Después de la pesadilla, la memoria del sueño. Entrevista con Carmen Castillo
Por Diego Mondaca
El mensaje decía:
´Diego, desgraciadamente Lalou me había dado mal tu mail. Hoy lo corregí con Yván. Necesito verte un momento o hablar por teléfono. Estoy alojada en un Apart hotel a 300 metros de la Plaza España. A pesar de la altitud y del breve tiempo, ya sé que deseo filmar una secuencia de mi próxima película en Bolivia. Necesito tu ayuda, tus consejos. Ojalá te encuentres en La Paz. Abrazos, Carmen’
Eran las 08.15 am cuando leí este mensaje. Me costó darme cuenta que ‘Carmen’ era Carmen Castillo y que ‘Lalu’ era Serge Lalou; identificar a Yvan (Iván) Sanjinés, el único nombre completo que cito Carmen, fue más fácil.
Todo quedó claro: era Carmen Castillo, directora del documental “Calle Santa Fe”. En vísperas de nuestro 11-S, que no fue inventado ni falseado, sino más bien sistemáticamente ejecutado, es necesario hacer revisiones sobre nuestras penosas dictaduras. Una memoria y muchas ausencias que aún duelen y son de todos nosotros.
Calle Santa Fe (Un Certain Regard, Cannes 2007), documental de tres horas de duración narra cómo el 5 de octubre de 1974, en los suburbios de Santiago de Chile, Carmen Castillo es herida y su compañero, Miguel Enríquez, jefe del MIR chileno y de la resistencia contra la dictadura de Pinochet, muere en combate. Calle Santa Fe es la historia de una mujer que emprende un viaje crudo, sin nostalgia ni complacencia por los lugares del presente, por la memoria de los vencidos, delineando y entrelazando estas lineas con su compleja experiencia personal y que invita a reflexionar.
Precisamente, en memoria de los 40 años del Golpe militar en Chile, iniciamos con Carmen ésta conversación donde ella refleja su profundo compromiso político y poético.
Diego Mondaca: ¿Qué sentido ves en re-construir constantemente la memoria? ¿no es riesgoso este ejercicio de, digamos, re-inventarla constantemente? Que tan obstinada eres en esto? ¿Cuánto y por qué todos deberíamos o no serlo también?
Carmen Castillo: El 5 de octubre de 1974, mi cabeza se abre a los gestos de bien anónimos, a lo que constituye la manera de ser de los militantes, a la savia del compromiso político. Sólo entonces puedo interrogar la vida de los revolucionarios, sus pensamientos, sus dolores, ese horizonte luminoso que son nuestros sueños de una sociedad de justicia, de libertad, de igualdad. Así va a tomar forma esa segunda película anclada en el presente, en el Chile amnésico, neoliberal, sonámbulo.
Esa memoria movediza perceptible en el salto entre "La Flaca Alejandra” (1993) y "Calle Santa Fe", son mis vivencias: la obsesión por el Mal y la lógica de la tortura, de un encuentro con Manuel, en 2002, mi vecino en Calle Santa Fe; el verdadero héroe el que me salva la vida ese día.Porque, repito, sin la memoria de los vencidos no hay energía de futuro. Esa memoria exige luchar en el presente, no puede contentarse de conmemoraciones y de "perdones" o reconciliaciones, ella exige verdad histórica, justicia ante los crímenes, movimientos, Política con mayúscula. Solo en la acción del presente somos fieles a nuestros muertos. Fidelidad y no voluntarismo, esas memorias no se pueden borrar. Allí están Allende, Miguel Enríquez, Víctor Jara, más vivos que nunca en el Chile de hoy. Con ellos en la cabeza, en las manos, en los pies, actuamos.
DM: ¿El paso de los años no implica, o no debería, un olvido? ¿Pero qué pasó en tantos años? ¿Cuáles son ahora nuestras luchas? ¿Quién es el enemigo? ¿Es identificable? ¿Qué implica, en nuestro contexto actual, tener una lucha política?
CC: Nuestra lucha es hacer todo para evitar ser caricaturas del pasado, ver la realidad con la conciencia y construirla con conceptos. Pero no hay página en blanco, ni se pueden dar vuelta las páginas como si nada, a veces en esas memorias de los vencidos hay iluminaciones que aclaran el presente. La derrota ideológica de los 90, la implantación del capitalismo como algo fatal y el derrumbe de los modelos llevaron a muchos, a demasiados, a renegar de sus propias experiencias, a renunciar a desear cambiar el estado de las cosas de este mundo tanto más aterrador y mortífero que el que conocimos. Hoy es mas urgente que nunca la acción política de resistencia, la lucha, pero es una lucha sin certezas. El compromiso político, como escribe mi amigo Daniel Bensaid, es una apuesta melancólica, lúcida: no sabemos hacia a dónde, pero si sabemos que así el mundo no puede continuar. Es vital, es apasionante, es intenso. Vale la pena, a pesar de todo -al menos para no morirnos de vergüenza- intentarlo. Lo que veo y filmo, lo que encuentro y aprendo, es sorprendente. Cada minúsculo colectivo organizado en torno a una lucha contiene una belleza, una creatividad conmovedora. Lo he vivido recientemente en los barrios pobres de Marsella, en las ocupaciones de inmuebles en Paris, en algunos sindicatos en Bretaña, en las calles y liceos de Chile… "Tendrán que matarnos a todos o lanzarnos una bomba, no podrán de otra manera aniquilarnos", me decía un joven recientemente en Les Quartiers Nord.DM:
DM: ¿Cuáles son las memorias que marcaron haber vivido el golpe de estado desde donde lo hiciste, y qué tienen que decirle a tu presente y tu misión como cineasta y activista?
CC: Frente a los fáciles "perdones" obscenos que hoy pronuncian personeros de la derecha chilena y algunas instituciones como la Corte Suprema, muchos sentimos asco. Hay que saber lo que pasó, hacer Historia, hacer Justica, no contentarse con conmemorar; la batalla continua. Como cineasta hago cine; a lo más transmito una emoción; no cambio la correlación de fuerza, no estoy en ese trabajo militando. No es el cine ni un territorio para arreglar las cuentas con los traumas ni una acción política como tal. Hay que militar; pero cuando milito, no filmo. Y allí vamos, de lo uno a lo otro. La política de los de abajo y de los invisibles, me apasiona. A veces logro contar algo de esas historias, sólo a veces.
DM: Estas preparando un nuevo filme. ¿Por qué elegir a Bolivia como una locación? Qué te motiva o inquieta de su gente y su memoria?
CC: Si, me motiva la memoria de algunas de las guerras victoriosas de Bolivia; quiero que sean parte de mi próxima película. "Estamos vivos" habla del compromiso político hoy, a partir de los 90. Aquí se hizo una revolución, cualquiera sea su futuro. Más allá de las dificultades y de los problemas del presente, quisiera contar que es posible ganar, quisiera escuchar a los protagonistas de esta victoria, contar cómo lo hicieron.
Es éste el valor de Carmen y su trabajo, su mirada múltiple frente al presente y la memoria en un Siglo que vio caer al piso todo tipo de ideologías sociales, en un contexto en el cuál parece haber más desintegración que centro, más superposición cultural que identidad.
Y así en “Calle Santa fe” (su vida), Carmen logra construir un territorio que no estaba definido, sobre el que nos identificamos y entendemos las lógicas que operan en nuestros países. Nacidos en medio de la restauración democrática cualquier situación política diferente nos resulta extraña y lejana; pero ahí están los protagonistas de una lucha, una verdadera batalla, que hoy en día posee exactamente la misma urgencia y contingencia.
“Un país sin cine documental es como una familia sin un álbum de fotografías”, ha dicho Patricio Guzmán, y aquí, tenemos el álbum de Carmen, de su memoria, que es inevitablemente, también la nuestra. La memoria del sueño.
Entevista publicada en EL Desacuerdo.
Foto: Escena del documental Calle Santa Fé.