No habrá nunca una puerta. Estás adentro.
Por Diego Mondaca
Paso ya un tiempo desde que estrenamos nuestro documental CIUDADELA (2011) y, después de aquellos apabullantes colores y formas, movimientos y rostros que habitan y transitan el panóptico de San Pedro quedo la impresión, los sonidos y ese caprichoso sentido de espacio que tenemos los que habitamos en ollado paceño.
Formas enredadas – solemnes, divertidas o grotescas–, multitudes que se hacen y re-hacen cada minuto, fiestas imprevistas o previstas, capacidades adquisitivas, placer por extraviarse en los laberintos de la energía o de la inercia. Aquí, dentro y fuera de San Pedro, la avidez todo lo devora, la resignación todo lo santifica, el relajo todo lo conoce y desconoce a la vez. No es necesario cruzar ninguna puerta, usted como yo, habitamos dentro.
En el año 2012, año más reciente del Censo Nacional de Población y Vivienda en Bolivia, se contabilizo 3,600 habitantes dentro del penal de San Pedro. 150 niños y 80 familias; todos compartiendo un espacio no mayor a los 1000m2, y en una estructura edificada y planificada hace más de 100 años para albergar a un máximo de 300 personas. Ese mismo año en el mes de noviembre estrenamos Ciudadela en Bolivia, al interior de San Pedro, en su capilla repleta de reclusos ansiosos por verse. Desde las estadísticas, la gente asecha. Allí, en esa plaza fuerte de la demografía, la gente tanto de afuera como de dentro, está en expansión continua en un mismo m2. San Pedro, la cárcel, no esta al margen de las tempestades demográficas. Donde hace poco más de un siglo se fundaba un Panóptico prototipo, hoy se desbordan las especies: los criminales, los jueces, los abogados, las familias, las madres, sus hijos… Al estrenar Ciudadela en Bolivia, al interior de San Pedro, en su capilla, los reclusos demostraron inucitado entuciasmo por verse. Y nosotros, que asistimos desde "el afuera", tambien nos vemos y reconocemos en esa 'capilla' y en esa proyeccion sobre uno de sus muros carcomidos.
El ámbito de sus multiplicaciones reta al infinito, a toda lógica y a toda moral, despojando de todo sentido a las profecías y planificaciones, re-ubicaciones o remiendos. ¿Y que es el crecimiento sino la negación de los augurios? Siempre los números, así se les disminuya, hacen palidecer a más de un vaticinio.
Desde cualquier punto que miremos, Ciudadela-San Pedro es, sobre todo, la demasiada gente. Se puede hacer abstracciones del asunto, ver o filmar techos desolados, gozar del poderío estético de su gran muralla contrastada con un esbelto Illimani y un cielo azul de fondo, bien paceño. Pero el Penal de San Pedro es una obsesión permanente, una ciudad dentro de otra. Desde arriba, desde cualquier ladera perimetral de nuestra caprichosa ciudad, se ven sus techos de calamina donde los internos de San Pedro extienden sus ropas y frazadas al sol, que algún distraído podría compararlos con un campamento o villa miseria. Pareciera que cada interno construye su propia celda, con palos, adobes –o ladrillos– y calaminas. Toda aquella posible imagen en conjunto apenas se disimula del resto de techos y calaminas que lo rodean infinitamente.
Nuestra Señora de La Paz es fundada 1548, después de 347 años (en 1895) nació el Panóptico de San Pedro, pero esta tradición opresiva de vigilar y castigar fue impuesta y establecida por unos visitantes cargados de infamia y prejuicios.
A nuestro documental lo titulamos ‘CIUDADELA’ no por que era lo mas lógico, sino por que era lo que veíamos, colores y formas en apabullantes colores.
© Diego Mondaca / Publicado en El Desacuerdo y leido en Exposición "Pensar las cárceles en America Latina", Lima - Perú.