Ciudadela, por Marcela Gamberini - OtrosCines.com
Por Marcela Gamberini
Cuidadela es la ópera prima del cineasta Diego Mondaca. El documental pone en escena -y nunca mejor utilizado este concepto- de una manera rica, trabajada e inteligente; el modo en que estas personas sobreviven en una cárcel, llamada Ciudadela, en el centro de La Paz, Bolivia.
Planificada como una panóptico, la cárcel de San Pedro guarda características extrañas para lo que conocemos comúnmente como un lugar de reclusión; los presos pueden moverse en ese espacio, poner negocios, comer, dormir y hasta estar con sus familias. Lo que no pueden es salir de ese gran recinto que si bien no tiene rejas, tiene una gran muralla que lo rodea, lo identifica y lo separa de la ciudad. Es una ciudad dentro de otra ciudad, con sus reglas, sus negocios, sus avatares. La cámara de Mondaca está viva y libre (en contraposición con esos hombre y mujeres); a veces es una cámara difícil con planos complejos, donde todo se superpone, donde todo es visto desde arriba o desde abajo, como la propia Cuidadela, donde se superponen la ropa, los carteles, los trastos viejos, la comida, los hombres; todo abarrotado en ínfimos pasillos laberínticos. La dificultad de los planos es la dificultad de la vida inhumana que llevan esos hombres y mujeres. La cámara es dinámica, movediza, sigue a los presos, a sus hijos, a sus mujeres en la dinámica cotidiana como integrantes de una comunidad. La película logra con una maestría particular mostrar el hacinamiento, el encierro psicológico y físico, en ese espacio tan particular abandonado de políticas de Estado. Extrañamente, sólo aparece en la película un policía, que mira desde arriba ese espacio complejo y laberíntico. Obviamente que este documental está atravesado por una mirada política sobre la intervención del estado en las políticas públicas, allí adentro, en lo profundo de ese laberinto, los propios presos son los que establecen la dinámica de faltas y castigos.
Estos hombres parecen en su comunidad más un gueto que un conjunto inmenso de reclusos, pero la decisión del director, ética y estética, es no mostrar la violencia, ni las drogas, ni las muertes; sólo poner en escena la manera compleja en que sobreviven esos hombres.
Es interesante el registro sonoro, porque en la película no hablan casi nada, sólo de fondo irrumpen quejas, lamentos y gritos que muestran de manera cabal el estado de desesperación de esa comunidad. Ciudadela no explica, no es redundante, no es didáctico sólo muestra una situación a partir del trabajo con el espacio y con los sonidos. El espectador se queda con muchas dudas, cosa que es inquietante y favorable pero sobre todo se queda con sensaciones, emociones, miradas y sonidos. Evidentemente esto es lo quiso Mondaca, tensionar desde las sensaciones y no desde la explicación y eso, gratamente convierte a la película en un gran documental.
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© Marcela Gamberini
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