Diego Mondaca: “La cárcel de San Pedro está llena de vida”
Entrevista realizada por Santiago Espinosa
A iniciativa del colectivo Arterias Urbanas, el documental boliviano Ciudadela, dirigido por Diego Mondaca, se proyectará, en una función única, este martes 29 de abril, a las 18:30, en el auditorio principal de la Facultad de Humanidades de la Universidad Mayor de San Simón (edificio nuevo). El acceso a la exhibición del filme tiene un costo de 10 bolivianos y, para quienes deseen un certificado de asistencia, de 15 bolivianos. Las entradas se venden en la puerta de la Facultad de Humanidades de la UMSS (ingreso por la calle Sucre). La proyección contará con la presencia del director del documental, quien, a la conclusión de su visionado, participará de un conversatorio con los asistentes. Ciudadela es un mediometraje dedicado a la cárcel de San Pedro, de La Paz.
Tras algo más de un año de sutiles -y otros no tanto- reclamos de cinéfilos cochabambinos, el cineasta Diego Mondaca (Oruro, 1980) “accedió” finalmente a estrenar en Cochabamba su documental Ciudadela (2011), su segundo trabajo tras La chirola (2008), un cortometraje multipremiado en festivales internacionales de cine. Además de la voluntad y la disponibilidad de tiempo del director, la proyección de Ciudadela en esta ciudad es resultado de la providencial iniciativa del colectivo Arterias Urbanas para organizar una actividad que, al cabo del visionado de la película, prevé abrir un espacio de discusión entre el cineasta y el público en torno a la obra. Se trata de un detalle nada menor para Mondaca, un creador convencido de la necesidad de que su mediometraje sea visto y analizado en espacios alternativos, ajenos a los círculos típicamente comerciales.
Emparentado con La chirola por su decidida aproximación al mundo carcelario boliviano, Ciudadela propone una sorprendente exploración del panóptico de San Pedro (La Paz), de la comunidad de internos que acoge, de sus singulares normas de convivencia y de las rompedoras nociones de libertad y cautiverio que emergen entre sus muros. Con una resuelta apuesta observacional, Mondaca escapa de los lugares comunes a los que le expone el espacio que transita -miseria, inseguridad, insalubridad, etc.- para descubrir, merced a una comprometida atención por los detalles, imágenes de una extraordinaria belleza y vitalidad.
Considerado por muchos como uno de los realizadores bolivianos más interesantes de los últimos años, Mondaca se ocupa, en esta entrevista, de desvelar el germen de Ciudadela, explicar la relación que tiene con su anterior documental, compartir las reflexiones y aprendizajes que ha cosechado en ambos trabajos, evaluar sus alcances formales y discursivos, arrojar valoraciones sobre algunos cineastas nacionales contemporáneos suyos y adelantar pormenores de su siguiente proyecto cinematográfico.
- ¿Cómo nació el proyecto de Ciudadela?
Ciudadela nace gracias a La Chirola y viceversa. Desde que comenzamos la preproducción de La Chirola, nuestro primer filme documental, también comenzó a idearse Ciudadela. El espacio de San Pedro, que en inicio ronda en la memoria de Pedro Cajías de la Vega (protagonista de La Chirola), comenzó a inquietarnos mucho. ¿Por qué Pedro lo recordaba con tanta intensidad? ¿Hasta qué punto es verdad lo que cuenta Pedro? Eran preguntas recurrentes y a las que después de un tiempo logramos abordar visitando y filmando en San Pedro, buscando respuestas.
Ya en San Pedro, me sorprendía y confundía lo ‘familiar’ de la cárcel. No era lo que imaginé. Era mucho más de lo que Pedro nos contaba, pero, sobre todo, era apabullante, lleno de colores y formas. Y, contrariamente a nuestros prejuicios: El panóptico de San Pedro es un espacio vivo. Con preguntas y sorpresas, así empezó a crearse Ciudadela.
- ¿Se puede entender Ciudadela sin La chirola? ¿Son proyectos complementarios o independientes, teniendo en cuenta que ambos se acercan al fenómeno de la reclusión en Bolivia?
Pienso que tanto La Chirola como Ciudadela funcionan perfectamente como “unidad”, así como dialogan fuertemente entre ellas, creando, como tú dices, una complementariedad. Para mí es genial. Pero también pienso que esa “complementariedad” fundamentalmente la descubre el público. Son los espectadores quienes encontraron los puntos de diálogo entre nuestras dos películas y la realidad.
- Si La chirola ponía en tela de juicio los alcances de los conceptos de libertad y cautiverio desde la visión de un exrecluso, que resulta casi apologética de la cárcel, ¿crees que Ciudadela plantea alguna respuesta a las preguntas o dudas que Pedro Cajías de la Vega desliza en torno a los conceptos antes mencionados?
En principio creíamos que, al hacer La Chirola, podríamos encontrar respuestas, precisamente a lo que tú apuntas. Pero no sucedió, al menos no completamente. Surgieron muchas preguntas que nunca nos las habíamos planteado. Ese mundo apabullante retaba a todos nuestros presagios o previsiones. San Pedro reta a toda lógica y a toda moral, despojando de todo sentido las planificaciones, por muy minuciosas que éstas sean. Y, entre medio de todo eso, la evidencia mayor que hace Ciudadela, y que Pedro la plantea en La Chirola, es que la cárcel de San Pedro está llena de vida.
- A diferencia de La chirola, Ciudadela no tiene un personaje tan protagónico o, si se quiere, su personaje principal es el espacio, la cárcel como tal. ¿Por qué apostaron por hacer un registro más transversal del espacio y sus ocupantes en lugar de posar la mirada con más detenimiento sobre algún personaje en particular?
Porque, si hablas de la condición humana a través del encarcelamiento, también tienes que transmitir una visión colectiva de esa condición. En este sentido, el panóptico de San Pedro es ideal visualmente: reproduce una sociedad (familia, fe, fiesta, deporte, comida, etc.) en condiciones de encarcelamiento, pero donde el conjunto es lo que sorprende, y precisamente por ese carácter de comunidad que ha desarrollado a imagen y semejanza de el “afuera”.
- Si, como señala la sinopsis de Ciudadela, la cárcel de San Pedro es un reclusorio muy particular, casi único en su tipo, ¿hay que entender que los límites de la libertad y los patrones de convivencia en comunidad que revela tu documental son prácticamente exclusivos a este recinto carcelario?
No creo que sean exclusivos a San Pedro. La experiencia del “cautiverio” es la misma: el estrés e inseguridad esencialmente son los mismos en cualquier tipo de cárcel. Adentro o afuera.
- ¿Qué desafíos supuso ingresar a un escenario tan particular como la cárcel de San Pedro, que tiene una dinámica y unos códigos de convivencia tan propios, sin generar hostilidad entre los internos ni alterar su cotidianidad?
Sobre todo, enfrentar mis prejuicios y esa educación basada en la “culpa” de la que yo también fui presa. En un inicio, el espacio te es familiar, pero la atmósfera no, y constantemente hay elementos y sonidos que te recuerdan que estás en una cárcel. Pero, en muchos otros momentos, esto pasa inadvertido gracias a lo “cotidiano” del lugar. Formas enredadas – solemnes, divertidas o grotescas–, multitudes que se hacen y rehacen a cada minuto, fiestas imprevistas o previstas, capacidades adquisitivas, placer por extraviarse en los laberintos de la energía o de la inercia. Pareciera que nunca cruzaste ninguna puerta o reja. Entonces, el reto era “entender” la dinámica, mirar el detalle y, de alguna manera, jugar con el espectador para que que también tenga esta sensación que nosotros sentíamos. Hacerle participar de este “no lugar”. Ese fue el gran reto.
- Coincides en que tanto La chirola como Ciudadela apelan con insistencia al fuera de campo. En el caso del primer corto, el personaje, ya “libre”, evoca, incluso con nostalgia, un adentro, la cárcel que las imágenes ya no muestran; mientras que en el segundo caso, San Pedro y sus habitantes se refieren a un afuera, a la libertad que promete la ciudad de La Paz, pero que tampoco vemos. ¿Cómo construyeron estos fuera de campo?
Coincido plenamente con tu apreciación y me parece que es lo más lindo y cautivante de ambos documentales: el que nuestro público participe con lo que “no se ve”, pero que sí se evoca por la nostalgia. Una nostalgia que juega en dos espacios: nostalgia de un pasado y de un posible futuro. La libertad entre medio y cuestionada. Este tratamiento de espacio y tiempo, que existe también en el “fuera de campo”, fue planificado en función a los diálogos previos con nuestros personajes; con nuestras visitas al espacio y sus dinámicas, sus semejanzas al “afuera” y al “adentro” y sus ambiguas fronteras tanto físicas como psicológicas.
- Por tu experiencia haciendo circular el documental, ¿crees que Ciudadela puede contribuir, de alguna manera, a cambiar los prejuicios y percepciones más comunes en torno al cautiverio, la libertad y la seguridad que están asociadas a la vida en la cárcel?
Me parece que ayuda más a cuestionarnos, a plantearnos preguntas que antes jamás nos lo habíamos hecho. Entonces, a partir de esas nuevas preguntas, Ciudadela contribuye a refrescar el diálogo en torno al cautiverio, la libertad y la seguridad. Ayuda a enlazar temas e ideas. Ciudadela ayuda a acercar el universo del ser humano encarcelado al del que está fuera. Humaniza al encarcelado, y así puede contribuir a cambiar prejuicios y percepciones.
- ¿Cómo consigue Ciudadela rehuir al miserabilismo, el exotismo turístico y hasta el reporterismo ingenuo con que, con frecuencia, suelen capturarse escenarios de evidente precariedad e inseguridad, como son las cárceles bolivianas?
Lo consigue porque nunca lo buscamos. No nos podemos detener en la miseria ni en la anécdota. No podemos tipificar ni señalar a nadie. No podemos juzgar. Y considero que ésta es una actitud ética.
- Algo que, de entrada, descoloca de Ciudadela es su, por llamarle de una manera, caprichosa duración (50 minutos). ¿Consideras que esto puede afectar su visionado, teniendo en cuenta que los patrones de consumo cinematográfico están más acostumbrados filmes más largos o, en su caso, más breves?
Que Ciudadela dure 50 minutos fue decisión nuestra, como autores. Sobre la duración “estándar” de las películas, en general, no creo que sea algo que se haya consultado con los directores o creadores. Esos números de duración los establecieron las salas comerciales, los distribuidores y gente de ese tipo, obviamente, malacostumbrando a los públicos y negándoles el acceso a obras brillantes que simplemente no cumplen lo ‘establecido” por un comerciante. Tú no puedes juzgar un filme, que sea bueno o malo, difícil o no, solo por un tema de duración. Es absurdo. La película es lo que es. La duración la determina la historia que se busca narrar y el director.
- ¿Coincides en que el corto-mediometraje y el documental constituyen dos de los escenarios más estimulantes de la actual cinematografía boliviana, teniendo en cuenta trabajos como los tuyos, los de Kiro Russo, Carlos Piñeiro y Miguel Hilari?
Mas allá de la duración, yo creo que lo efectivo de esos trabajos y directores que mencionas es su mirada: una nueva forma y manera de ver y afrontar una realidad.
En primer término, los trabajos de Kiro Russo, Carlos Piñeiro y Miguel Hilari me parecen estimulantes en ese sentido. Somos un grupo que esta pensando y mirando distinto a través de la cámara, y los resultados son evidentes. Nuestra presencia en festivales de alto prestigio es constante y será aun mayor. La Chirola tiene seis años de festivales constantes y Ciudadela, desde su estreno en 2011, no ha parado.
No abordamos temas o espacios nuevos. Tanto las minas, las cárceles y el altiplano boliviano han sido y son recurrentes en nuestra cinematografía; pero, sobre esos mismos espacios, que a al vez son cautivantes, nosotros planteamos relecturas a partir de lo visual, alejándonos de lo descriptivo o anecdótico y potenciando lo emotivo y narrativo de los propios lugares y sus habitantes, y con un sentido crítico y menos condescendiente. Bolivia, en general, nos plantea este gran reto por su diversidad, sus contrastes y cambios constantes. Su carácter dinámico. No nos podemos detener en “preciosismos” engañosos ni en fórmulas retóricas. Nuestro cine debe ser responsable con la realidad que nos toca vivir y así poder aportar, desde donde nos toca, a la cultura del país.
- Al margen de que, por su género y duración, es un filme difícil de acomodar en una cartelera comercial, ¿a qué obedece la decisión de estrenar Ciudadela en espacios y funciones alternativas en el país?
El tiempo puede ser un problema con las salas, pero no es lo importante. Me interesa encontrar mecanismos propios de distribución que no estén ligados a fórmulas y tampoco respondan a mecanismos mercantilistas poco efectivos para la realidad de nuestro país. Las salas comerciales son eso, “comerciales”, y en ningún caso buscan ser “salas de cine”; su interés no es cultural, sino netamente mercantilista.
Lo importante es que Ciudadela y La Chirola son filmes que llaman al debate, que necesitan ser conversados y contrastados. Esta posibilidad solo se la da en los cineclubes o “espacios alternativos”, donde el público está dispuesto a ‘dialogar’ sobre lo que ve, no únicamente consumirlo y desecharlo.
- Se sabe que estás trabajando en un proyecto de ficción, ambientado en la Guerra del Chaco. ¿Cómo se ha producido este salto del documental a la ficción? ¿Qué desafíos para tu carrera cinematográfica supone?
No creo que sea un salto. Yo creo que, como a todo boliviano, el tema de la Guerra del Chaco me resulta inquietante. Existen muchas sombras y silencios sobre los hechos y los protagonistas de ese holocausto. Comencé a investigar y me di cuenta que lo que quiero plantear, mi punto de vista sobre la Guerra del Chaco, era muy complicado o imposible por medio del documental, entonces ideé una ficción. Tomo hechos históricos y los amoldo a la historia que yo quiero contar y el mensaje que me es necesario construir.
Es un reto importante porque conlleva mecanismos distintos al de un documental, tanto en la realización como en la producción. Pero, gracias a que comencé a desarrollar este nuevo proyecto, pude formarme mucho más. Desarrollé una capacidad para escribir, para investigar, como también desarrollé paciencia. Siento que esto es el oficio.
Entrevista publicada en RAMONA, Suplemento Cultural de Opinión.
Foto: Portada de la edición, cartel del film Ciudadela