¿Los fondos en el fondo del debate sobre la nueva ley del cine?- Santiago Espinoza y Diego Mondaca
Por Santiago Espinoza y Diego Mondaca
El derrape de sus respectivos equipos de fútbol en el camino hacia el título de la liga boliviana provocó que Diego Mondaca -cineasta, director de La chirola y Ciudadela- y Santiago Espinoza -periodista y crítico de cine- “dilapiden” una tarde de domingo en conversar sobre las perspectivas que abre la eventual aprobación de una nueva ley del cine. Con este texto, que recoge una parte del diálogo sostenido entre Mondaca y Espinoza y le presta particular atención al asunto de los fondos de fomento al cine, se pretende abrir un espacio regular de reflexión y discusión en torno a la nueva norma que regiría el audiovisual boliviano.
Santiago Espinoza (SE): ¿Por qué es importante que un Estado destine fondos a la actividad cinematográfica?
Diego Mondaca (DM): Primero me parece que hay que definir el carácter de esos posibles fondos. Con esto quiero decir que no se los puede tildar de “fondos perdidos”, como mucha burocracia los entiende, sino más bien establecerlos como incentivos a la Producción. Son importantes para generar movimiento en torno al cine: formación (talleres y seminarios), producción (ficción y no-ficción, cortometrajes y largometrajes), distribución (políticas acordadas con las multisalas, con espacios alternativos y centros culturales) y, por qué no, también promover la “imagen país”. Se trata de generar cultura y re-lecturas sobre la realidad que vivimos para así poder lograr construir identidad e imagen de un país que, pienso yo, necesita mayor y mejores espacios de debate.
SE: Es cierto. Ahora, no hay que perder de vista que el debate (si acaso hay alguno) sobre la conveniencia de que el Estado cree fondos o incentivos para el cine boliviano se ha (re)activado debido a que en este momento está en proceso de análisis una nueva ley del sector. Y por lo que se sabe, el de los fondos es el capítulo que está lastrando el tratamiento de la norma en la Asamblea Plurinacional. No es casual; quizá sea el tema más espinoso. No pocos consideran que una nueva ley del cine y audiovisual boliviano sin una política real y sostenible de fondos no tendría sentido. Cosa que también es cierta. Sin embargo, creo que no se debería reducir el debate sobre una nueva ley del cine a la creación o no de los fondos
DM: De acuerdo. El debate es integral y, por lo mismo, exige una revisión en el tiempo sobre aquellas intenciones, con resultados concretos, que motivaron la creación por vez primera de un fondo cinematografico y del Instituto Cinematográfico Boliviano (ICB). De ahí surgieron pioneros del cine boliviano. Integral también debe ser la revisión sobre la responsabilidad que se tuvo ante aquellos fondos. Me parece que un pilar fundamental es asentar los conceptos necesarios para una gestión cultural en nuestro país, con todos sus matices y colores. Analizar, por supuesto, el país que tenemos y el cine que queremos.
SE: De acuerdo. La nueva ley del cine, que debería responder a la pregunta del cine que queremos, debería estar acorde a un diagnóstico sobre el país que tenemos. Entendiendo a la ley como el principal instrumento para orientar, ordenar y regular la gestión cultural en materia cinematográfica, el anteproyecto, cuyas líneas se fijaron en el congreso del sector celebrado en julio pasado en Cochabamba, parte, precisamente, de la constatación de que este país ha cambiado y sigue cambiando, y de que necesita una ley acorde a estos tiempos de cambio. La ley vigente (1302 de 1991), por decirlo de alguna manera, fue promulgada en los años dorados del neoliberalismo, lo que, se quiera o no, incidió en la mentalidad institucional que permitió su aplicación. No se trata de desmerecer su contenido, que es correcto, ni de desconocer la movilización del sector audiovisual que promovió su promulgación, cosa también loable; sino de entender que, en la práctica, su aplicación se redujo al asunto del acceso y el uso al Fondo de Fomento Cinematográfico (FFC). Vista en perspectiva, la ley vigente sirvió para disponer de fondos públicos para producir películas, los cuales, efectivamente, se otorgaron en calidad de préstamos y se tradujeron en la realización de varias producciones nacionales. Ahora, no podemos ignorar que, hasta donde se sabe, no todo el dinero concedido retornó al Estado.
DM: Es muy buena esta apertura que propones: “Acorde a los tiempos de cambio”. Esto, por ejemplo, se debería entender sin temores políticos o partidarios. Aquellos fondos creados con la ley de 1991 tienen muchas sombras. Capaz que, como indicas, son sombras que responden a un periodo también bastante sombrío de un neoliberalismo salvaje. Ahora, es deber de todos resolver aquel embrollo y las deudas. ¿Por qué se firmaron “ese” tipo de convenios? ¿Por qué se incumplieron sus contratos?
SE: Debe resolverse. Pero, antes, creo que es necesaria mayor transparencia y claridad sobre el tema. No sé vos, pero yo tengo escasa y poco fiable información sobre las deudas, sobre quiénes y en qué condiciones las contrajeron, sobre el estado de sus pagos. Antes de emitir juicios sobre cómo debería resolverse el embrollo, debe transparentarse la información sobre el mismo para evitar más susceptibilidad y especulación al respecto. DM: Convengamos que son fondos públicos, fondos del Estado. Entonces, sus movimientos y resultados “deben” hacerse públicos. Si no, sobre qué base podemos partir para “enmendar” problemas y “atribuir” responsabilidades. SE: Se necesita información para evitar los errores del pasado y, en su caso, buscar responsabilidades, que no culpables. Porque, al menos yo, no estoy de acuerdo en convertir el lío de los fondos en un escenario para el escarnio público de quienes contrajeron deudas y, eventualmente, no las pagaron.
DM: Lo mismo digo, eso solamente crearía enfrentamientos, que son innecesarios.
SE: Necesitamos información sobre esos fondos y pronto. Luego, le corresponderá a las autoridades judiciales resolver el embrollo. Ahora bien, no creo que debamos cifrar todo el futuro del cine boliviano en la eventual creación fondos estatales o en la también eventual devolución de los fondos concedidos años atrás. El cine boliviano sigue y seguirá con o sin fondos estatales. Ojalá que sea con fondos, claro; pero no nos entrampemos en el ingenuo razonamiento de que, si no se resuelve el asunto de los fondos, el cine boliviano estará perdido. Casi todo el cine boliviano de la era digital (del nuevo siglo), por no hablar del producido en décadas pasadas, se ha hecho prácticamente sin el apoyo de fondos públicos.
DM: No se trata de eso. Pero sí es un freno importante al momento de producir. Mira el panorama en la región, son buenos ejemplos los de Ecuador, Chile, Colombia, solo para citarte países que comenzaron a aclarar sus políticas culturales y destinaron cantidades considerables para la generación de un movimiento cinematográfico y cultural. En ese sentido, resulta vital esclarecer y establecer un fondo de fomento y Bolivia está en condiciones de sumarse a ese impulso cinematográfico.
SE: Coincido plenamente. No es casualidad que algunos de los países con mejores leyes y políticas de fondos para el audiovisual estén haciendo mucho del cine más interesante de la región.
DM: Entonces, no se trata de que, con o sin el fondo, el cine boliviano no parará. Me parece que debemos propiciar, con todas nuestras fuerzas, que las condiciones de producción de nuestra cinematografía sean más integrales, y esto solo se logrará con políticas culturales y esclarecimiento del asunto de los fondos. El cine boliviano sigue y seguirá, pero debemos ser críticos.
SE: Hay que exigir que el Estado se involucre más activa y pragmáticamente en la gestión cultural, generando políticas coherentes con su discurso político-cultural y alentando la producción cultural -del cine y otras expresiones creativas-, lo que implica, desde luego, destinar fondos a ello. Como lo señala el preámbulo del anteproyecto de nueva ley del cine, el Estado Plurinacional de Bolivia debe reconocer y asumir “la actividad audiovisual y cinematográfica como parte del proceso de transformación social, de soberanía sobre el ámbito audiovisual, del derecho humano a la comunicación, información y la libertad de expresión, que permite la dignificación y el fortalecimiento de las identidades culturales, el diálogo intra e intercultural, la descolonización y despatriarcalización, la defensa de la democracia y la pluralidad”. Hay que confiar en que haya la voluntad para hacerlo.
DM: Esto también debería ser una responsabilidad nuestra: incluir al Estado. Plantearles nuestro punto de vista sobre la cultura y sus alcances, su rol crítico y constructivo dentro de una sociedad que necesita alimentarse desde muchos puntos de vista. Estamos en un proceso de cambio, como bien apuntaste; entonces este proceso no puede ser de una sola vía. Hasta donde entiendo ha habido acercamientos importantes. El ministro Pablo Groux participó de algunos debates.
SE: Sí, entiendo que el Ministro ha mostrado apertura y voluntad para alentar la puesta en vigencia de esta nueva norma. Entiendo también que, en el marco del proceso de análisis y aprobación de la nueva ley, se debe estar buscando la fórmula presupuestaria más adecuada para sentar una política de incentivos económicos real y sostenible. Habrá que hacer seguimiento.
DM: Es un paso importante, una demostración importante. Ahora hace falta que las comisiones se activen y vayamos concretando.
SE: Y exigir a quienes trabajaron en la norma que no se pierda de vista lo que se vaya haciendo. Pero, ojo, no deberíamos perder de vista que las cosas pueden no salir como lo quisiéramos, que la política de fondos no sea la más apropiada ni muestre visos de sostenibilidad. Habrá que reorganizarse para ver qué se puede hacer en tal caso a fin de reencaminar ese aspecto de la norma y, de no ser posible, habrá que buscar alternativas, habrá que seguir adelante. Tampoco debemos ser tan ingenuos como para creer que la nueva ley del cine y su nueva política de fondos resolverán todos los problemas de la cinematografía boliviana. Hay que ser conscientes de los alcances y limitaciones de una ley y de política de fondos.
DM: Concuerdo, no los resolverá de inmediato. Pero iniciará un nuevo proceso, con visión de futuro.
SE: Hay que prolongar el debate sobre el presente y el futuro del audiovisual boliviano más allá de la puesta en vigencia de una nueva ley del sector y de la eventual puesta en marcha de una nueva política de fondos. La plata no va a mejorar automáticamente las condiciones de producción, circulación y consumo del cine boliviano.
DM: Prolongar y diversificar. Son muchos sectores los directamente relacionados con el cine. Es una maquinaria. Entonces, esta misma maquinaria debe lograr enriquecer criterios; si no estamos perdidos.
SE: Sí, hay que abrir un espacio estable de análisis y construcción permanente de gestión del cine boliviano, y es cierto que hay que abrir, diversificar los temas y los actores participantes de su abordaje.
DM: En esencia, y me parece que es de lo que estamos dialogando, no se trata de “dinero”, sino, más bien, de transparencia, conceptualización, gestión y futuro.
SE: En esta línea, conviene plantear que uno de los mayores riesgos y equívocos que podría traer consigo la nueva ley y su política de incentivos sería llevarnos a considerar que sus únicos beneficiarios serán quienes hacen cine y nadie más.
DM: Sería un error lapidario. El cine interesa a la sociedad. Es una herramienta cultural, entonces los involucrados somos todos.
SE: Algunos de los problemas más críticos que enfrenta el audiovisual boliviano están al otro lado. No hay públicos para las películas nacionales. Sería terrible que tengamos fondos para hacer películas que los bolivianos no vean. Es uno de los riesgos más serios a los que se enfrentan las políticas de gestión cinematográfica en todo el mundo. Por eso, hay que esperar que haya también fondos para trabajar en la formación de públicos. La política de fondos no debe reducirse al ámbito de la producción; tiene que extenderse al de la formación de públicos, mediante la apertura de espacios de exhibición más accesibles, entre otras tareas.
Publicado en RAMONA, sumplemento cultural del di´ário Opinión.
©Diego Mondaca