Beca Multiplicadores-2013 - Berlín
“Multiplicadores-2013”
por Diego Mondaca
Antes de ésta estadía en Berlín que conseguí gracias a la “Beca Multiplicadores” del Goethe-Institut, visité en temporadas distintas, en duración y estación, la capital alemana. Lo más interesante de volver a Berlín es la constante sensación de reconocer un lugar, un espacio y sus particularidades. En poco tiempo pude recapitular impresiones pasadas y nuevas.
Años antes viví en el sur de Alemania donde realice mis estudios de post grado en cine documental en la Filmakademie BW. En aquella época tenia muy poca idea del idioma alemán y en ese lugar tenían poca idea del lugar de dónde yo provenía. En esos años hice mi primera visita a Berlín, la capital.
La complejidad de contrastes y de rostros en el Berlín renovado es evidente. Como también son evidentes las marcas de la historia, y esa memoria aún con fisuras. Y son precisamente estas heridas aun no sanadas las que hacen vital la necesidad de estar presente, de reflexionar y aportar hoy .
Se ha hecho un esfuerzo por minimizar la memoria, eliminar el pasado y visualmente elaborar propuestas hacia el futuro. Pero si eres inquieto veras que aún está el presente del pasado y no solamente son huellas. La cortina de hierro tiene aun apretando los dientes de los alemanes y de todos nosotros.
Recuerdo que la primera vez que pisé Berlín, en un invierno apretado y de intensa nevada, me detuve gran parte de mi primer día parado frente a la ventana de casa. Estaba alojado en la casa de un amigo español (de Melilla, enclave español en territorio marroquí) de origen judío que renta un pequeño apartamento en el barrio de Kreuzkerg, que otrora fuera un barrio obrero. No quería salir a la calle, me paralizaba la memoria y el miedo construidos alrededor de Berlín y todo lo que se genero desde ahí, desde la ex capital nazi. Al segundo día llamé a mi padre, que me dijo: –ve, tienes que caminar esas calles que están llenas de historias, descúbrelas. Recordé ésta frase, años más tarde, cuando me tocó visitar la capital antípoda de Israel.
No resuelvo aún el enigma que la ex capital de Reich, hoy capital de una Alemania reunificada y moderna, representa para mi. En sus calles y cafés contemplo el espectáculo de a una juventud mezclada, variada y multitudes culturales con imágenes de una memoria antigua disímil.
He vuelto muchas veces a la capital alemana pero no consigo ser cautivado aún por su arquitectura ligera, aérea, creativa. Me inquietan los lugares baldíos y desangelados que hoy corresponden más a la época de la guerra fría, y que antes fueron las instalaciones nazis. Hoy es difícil caer en cuenta de ello, pero gracias por haber visto y estudiado el film Shoah, de Claude Lanzmann es que creo que soy capaz de intuir la naturaleza del vacío que encierran los edificios de Berlín. Berlín representa para mí una ciudad que contiene en su paisaje urbano mucho del pasado de nuestro tiempo, donde se puede conocer, como en los yacimientos geológicos, diferentes estratos –el Berlín imperial, el Berlín guillermino, el Berlín nazi, el Berlín aliado, el Berlín rojo y comunista– que coexisten, se conjugan y se funden en una sola cosa, única, en la Historia del Siglo XX.
Si los arquitectos de la nueva Berlín hubiesen querido asumir responsabilidad ante la Historia, no debieron tocar nada de eso, sino por el contrario mantener todo el centro de la ciudad como un espacio vacío, un “espacio de la memoria”. Seguramente estas mismas ideas fueron parte de debates mucho más intensos y justificados que los míos, desde perspectivas distintas, pero lo cierto es que los promotores inmobiliarios tuvieron la ultima palabra y la impusieron. Ese “espacio” de la memoria no existe hoy en día y más bien fue transformado en la moderna Postdamer Platz, de arquitectura futurista, bastante admirable donde los edificios enormes parecen gigantescas ventadas. Sin embargo, creo también que la memoria colectiva es el resultado de la reflexión y de voluntad. No siempre es fácil reconstruir y sanar una sociedad insistiendo en el pasado, como tampoco anulándolo.
Más allá de la arquitectura de la ciudad, me entusiasmó la posibilidad de entender el idioma alemán, que expresa los modos y formas de vida, de una visión de la historia y memoria del siglo XX. En las líneas del idioma se dibuja el cómo uno interpreta al otro y cómo se expresa ante esa distinción. Considero al idioma alemán un idioma completo, preciso, y hasta armónico. Recuerdo que en el momento que comencé a acercarme al idioma germano me vinieron a la memoria los halagos de Jorge Luis Borges, quien consideraba a éste idioma como altamente musical. Y también en esta lengua se escribieron quizás los mayores aportes a la filosofía y pensamiento, como también los discursos más temerosos y lesivos a la humanidad. De ambos aprendimos, de ambos reflexionamos.
Aún continuaran mis búsquedas y seguirán mis visitas a está ciudad inquietante y poderosa. Agradezco al Goethe-Institut que me otorgó una oportunidad más para poder entender mejor aquel espacio –aparentemente ajeno– y a sus habitantes, como también su pasado. Sin estas posibilidades de intercambio, el diálogo y la reflexión permanecerían tristemente en las sombras. Gracias.
©Diego Mondaca
Beca Multiplicadores 2013